La oxidación como metamorfosis.
Esta escultura remite a un insecto imaginario, nacido del acero y el tiempo. Su cuerpo, ensamblado con piezas industriales, parece estar en pausa en medio del vuelo, como si el óxido lo hubiese petrificado en pleno movimiento. Las alas rígidas y la estructura delicadamente articulada sugieren un equilibrio entre ingeniería y naturaleza, entre ruina y forma viva.
Aquí, el metal deja de ser un material inerte para convertirse en organismo. El paso del tiempo no es una amenaza, sino parte del proceso vital: lo que se oxida, respira. Esta pieza es un homenaje a los seres que habitan los márgenes, lo imperceptible, lo pequeño que sostiene el mundo.
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