El eco cromado de una criatura que fue.
Antes de entregarse a la oxidación, esta obra fue cromada, como si en algún momento hubiese pertenecido a un futuro brillante que no llegó. Esa capa metálica previa, aún visible en ciertas zonas, convive con la herrumbre actual, creando un diálogo entre el artificio y el desgaste, entre lo que se quiso preservar y lo que finalmente se transformó.
La escultura adopta una postura contenida y firme, como un insecto que ha hallado su sitio. El pedestal la eleva no como una máquina, sino como un tótem silencioso. Así, esta criatura de acero guarda memoria del brillo y de la corrosión: un archivo de lo efímero inscrito en el cuerpo de lo duradero.
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