Signed 'Raquel Forner' (lower left) signed again, dated and inscribed 'Raquel Forner, 1964, ADAN Y EVA (LOS QUE VIERON LA LUNA)' (on the reverse)
Colección Bonampak
Obras de este período se encuentran representadas en importantes colecciones privadas y museos de nuestro país y del exterior, como el MOMA NY, Museo Nacional de Bellas Artes, el Museo de Arte Contemporáneo de América (O.E.A) y el John F. Kennedy Center of the Performing Arts.
En la cúspide de su carrera artística, en un mundo convulsionado por las protestas de una ciudadanía cada vez más consciente crítica ante las acciones de sus gobernantes, ya superada la crisis de los misiles, mientras que Valentina Tereshkova se convertía en la primera mujer en viajar al espacio, y Martin Luther King machaba por las calles en Washington, todavía bajo la influencia del informalismo de los 50´s y alejándose ya de la abstracción de su transición de los 50´s Forner comienza en 1963 su serie “Los que vieron la luna (1963-1965)”. Sin privarse ya en lo absoluto de su genial dominio de la figuración e inspirada en el despertar de la conciencia y la unión material del alma y el cosmos, la artista se pronuncia con una sensibilidad única, intuitiva e instintiva, con su femineidad ya experta, a favor de una identidad entre el individuo y el universo, indivisible, continua, como el pasado, el presente y el futuro. Aparece la Raquel Forner que lleva de la mano lo neofigurativo, frente a la abstracción de la post guerra y vuelve grandiosa a representar la iconicidad como en “Adán y Eva”, como figuras humanas, de “Los que conocieron la Luna” con las técnicas del informalismo pero ya otra vez con un sentido un denuncia como en la época de la Guerra. Una serie de obras con una orientación caracterizada por una creciente conciencia social y política de una Gran Mujer, sabia, experta, madura, que había descubierto una luz al final de un largo túnel de sorda obscuridad, por el que había transitado ya dos terceras partes de un siglo convulso y cruel, mostrando donde estaba el paraíso. Es una serie de obras muy conmovedoras con tendencias expresionistas, en las que la artista utilizó formas orgánicas, como Francis Bacon, de manera connotativa. Allí volvió a encontrar un correlato artístico al relato histórico como la soledad de Adán y Eva, aislados y deformes visitantes privilegiados de una luna desolada. Su última obra antes de la partida del único compañero de su vida, el escultor argentino Alfredo Bigatti.
Fue la hora de Los que vieron la luna (1963-1965), incluso, tras la muerte de su compañero eterno (en marzo de 1964; un luto intenso del que también nació el políptico “Viaje sin retorno”). Era esa, también, la hora en que mostraba un optimismo profundo y sabio, derivado de un sentimiento innegablemente humanista que no se interrumpió ni ante la amargura de la desolación ante la despedida de quien había sido su escultor de sueños que emprendía ese viaje sin vuelta que honra el políptico de 1964.
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