Signed 'Raquel Forner' (lower left) signed again, dated and inscribed 'Raquel Forner, 1964, ADAN Y EVA (LOS QUE VIERON LA LUNA)' (on the reverse)
Colección Bonampak
Sergio Domínguez Neira, el Presidente de la Fundación Forner-Bigatti cuenta que la obra de Forner fue, en su esencia, una posición comprometida ante el devenir y destino de la humanidad; “Nos aguijonea para que, más allá de la admiración plástica que nos provoca, nos adentremos en los códigos encriptados de su lenguaje y podamos encontrar así el verdadero sentido de su trabajo: trasmitirnos su preocupación por el hombre quien, en su inentendible dualidad, busca su futuro en otros mundos mientras aniquila el propio y se autodestruye”.
En los 50´s Sputnik se erigía como el primer satélite artificial y la exploración espacial empezaba con su lanzamiento en octubre de 1957 desde el Consódromo de Baikonur. Este hecho que provocaba una lucha entre EE.UU. y la URSS por la conquista del espacio era también una catástrofe para Forner, una guerra fría que no finalizaría para ella con la llegada del hombre a la Luna pero “en esa dimensión temporal, en la epopeya espacial… Raquel nos propuso con un hálito de esperanza, de cambio, de revisión de nuestros propios errores. Son los terráqueos del pasado y del presente (representados en blanco y negro) los que acompañarían la mutación de un hombre nuevo, identificado plásticamente con la intensidad del color.”
En 1962 presenta su exposición personal de la serie de “Las Lunas” en el Museo Nacional de Bellas Artes, en Buenos Aires y obtiene el Gran Premio de Honor en la Bienal Americana de Arte, siendo presidente del Jurado el crítico de arte Sir Herbert Read. El azul que vemos en “Astronauta” (1962), o en “Torre de astroseres” (1960) confirman una nueva era. Tal fue el suceso que obras como “Retorno del astronauta”, forman parte de la colección del Museo de la NASA. Sergio Domínguez Neira resume visualmente “obras de un gran preciosismo técnico, donde el color se libera en intensidad, acompañado por realces negros que no solo lo resaltan, sino que proyectan una fuerza que no es ajena a la mirada del espectador.”
Obras de este período se encuentran representadas en importantes colecciones privadas y museos de nuestro país y del exterior, como el Museo Nacional de Bellas Artes, el Museo de Arte Contemporáneo de América (O.E.A) y el John F. Kennedy Center of the Performing Arts, ambos en los Estados Unidos.
En la cúspide de su carrera artística, en un mundo convulsionado por las protestas de una ciudadanía cada vez más consciente crítica ante las acciones de sus gobernantes, ya superada la crisis de los misiles, mientras que Valentina Tereshkova se convertía en la primera mujer en viajar al espacio, y Martin Luther King machaba por las calles en Washington, todavía bajo la influencia del informalismo de los 50´s y alejándose ya de la abstracción de su transición de los 50´s Forner comienza en 1963 su serie “Los que vieron la luna (1963-1965)”. Sin privarse ya en lo absoluto de su genial dominio de la figuración e inspirada en el despertar de la conciencia y la unión material del alma y el cosmos, la artista se pronuncia con una sensibilidad única, intuitiva e instintiva, con su femineidad ya experta, a favor de una identidad entre el individuo y el universo, indivisible, continua, como el pasado, el presente y el futuro. Aparece la Raquel Forner que lleva de la mano lo neofigurativo, frente a la abstracción de la post guerra y vuelve grandiosa a representar la iconicidad como en “Adán y Eva”, como figuras humanas, de “Los que conocieron la Luna” con las técnicas del informalismo pero ya otra vez con un sentido un denuncia como en la época de la Guerra. Una serie de obras con una orientación caracterizada por una creciente conciencia social y política de una Gran Mujer, sabia, experta, madura, que había descubierto una luz al final de un largo túnel de sorda obscuridad, por el que había transitado ya dos terceras partes de un siglo convulso y cruel, mostrando donde estaba el paraíso. Es una serie de obras muy conmovedoras con tendencias expresionistas, en las que la artista utilizó formas orgánicas, como Francis Bacon, de manera connotativa. Allí volvió a encontrar un correlato artístico al relato histórico como la soledad de Adán y Eva, aislados y deformes visitantes privilegiados de una luna desolada. Su última obra antes de la partida del único compañero de su vida, el escultor argentino Alfredo Bigatti.
Fue la hora de Los que vieron la luna (1963-1965), incluso, tras la muerte de su compañero eterno (en marzo de 1964; un luto intenso del que también nació el políptico “Viaje sin retorno”). Era esa, también, la hora en que mostraba un optimismo profundo y sabio, derivado de un sentimiento innegablemente humanista que no se interrumpió ni ante la amargura de la desolación ante la despedida de quien había sido su escultor de sueños que emprendía ese viaje sin vuelta que honra el políptico de 1964.
- Created: June 09, 1964
- Inventory Number: 0002
- Collections: Catalogo Libro Expo Subasta, The core