La obra de Fernanda Froes despliega una mirada transversal que se desplaza de un ámbito a otro de la naturaleza en diversas series, en busca de una clave que devuelva el rastro de la conexión primordial entre los seres vivos. Una clave que nuestra cultura occidental perdió en su marcha vertiginosa hacia formas de dominación que fueron devastadoras para plantas y animales, llegando a poner en peligro incluso a nuestra propia especie. En su extensa serie inspirada en el árbol que dio nombre a Brasil ─Ibirapitanga o Pau-Brasil─, que fue explotado hasta casi extinguirse, hay un delicado gesto de reinvención que prolonga su existencia. En sus Paisajes Índigo, las regiones azules sobre papel de algodón, creadas con tintes de Indigofera tinctoria de Asia, África, América Central y del Sur, evocan los orígenes y las corrientes de la expansión de su uso, y su lucrativa explotación tras la Conquista. Froes traslada los dominios de los prodigiosos y variados tintes botánicos al ámbito de la imaginación artística, revelando sus intersecciones con la historia de América, una tierra que generó la noción misma de utopía al tiempo que estuvo marcada por múltiples distopías colonialistas. Al mismo tiempo, la blancura de sus relieves de papel inspirados en el movimiento de esas criaturas sin fronteras que son los manglares, obligados a migrar por el cambio climático, refleja la alarmante magnitud de su desaparición causada por el vórtice del impacto humano. En sus no menos delicadas piezas de insectos, Froes explora las arquitecturas que estas pequeñas criaturas emplean para construir sus hábitats como una forma de invocar modelos de cooperación humana en una época que requiere urgentemente la unión de diversos grupos dentro de la misma especie. Siguiendo la comprensión de Lévi-Strauss, su trabajo comienza esencialmente con la identificación con todas las formas de vida, comenzando por las más humildes, como un gesto fundamental de sabiduría colectiva. .............................Adriana Herrera, PhD