COVID-19 forced us all to be hooked to our computers. Everything from work meetings to schools to family reunions were reduced to pictures on a screen. For teens like myself, who had to go through a year and a half of high school during COVID-19, it was an unimaginable ordeal—isolation, dropping grades, and burnout were just some of the side effects that we experienced. But in this time, we found ways to break the shackles of technology and keep ourselves whole, even in this turbulent time. I chose to depict this in tentacles reaching from a keyboard, snaking out, and chaining us to our computers. But there are hands reaching out, pulling against these tentacles, remaining resilient, and not letting our screens swallow us whole. This resilience is in all of our hands, and we have the power to detach ourselves from the technology that commands our lives.

El COVID-19 nos obligó a todos a estar enganchados a nuestros computadores. Todo, desde las reuniones de trabajo hasta los colegios y las reuniones familiares, se reducía a imágenes en una pantalla. Para los adolescentes como yo, que tuvimos que pasar un año y medio de instituto durante el COVID-19, fue un calvario inimaginable: aislamiento, bajas calificaciones y agotamiento fueron algunos de los efectos secundarios que experimentamos. Pero en este tiempo, encontramos formas de romper las ataduras de la tecnología y mantenernos íntegros, incluso en esta época turbulenta. He elegido representar esto en forma de tentáculos que salen de un teclado, serpentean y nos encadenan a nuestros computadores. Pero hay manos que se extienden, que tiran de esos tentáculos, que siguen siendo resistentes y que no dejan que las pantallas nos traguen. Esta resistencia está en todas nuestras manos, y tenemos el poder de separarnos de la tecnología que dirige nuestras vidas.